miércoles, 29 de noviembre de 2017

LAS ASOCIACIONES PÍAS COMO HERRAMIENTA DE PROMOCIÓN Y AGLUTINACIÓN SOCIAL

Dr. FRANCISCO ALEMÁN GONZÁLEZ
Ponencia presentada en el IV Encuentro de Genealogía Gran Canaria, organizado por Genealogías Canarias, celebrado en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el 15 de noviembre de 201

1. Introducción
La presente comunicación, aun no siendo legítimamente una investigación genealógica,  quiere ser una  herramienta  que cumpla una funcionalidad en dos de las múltiples vías que puede tener cualquier investigación histórico- genealógica.
Evidentemente  nuestro principal  objetivo es dar a conocer cuál fue el papel que las
Procesión cofrade. En http://lastunicas.blogspot.com.es
asociaciones  pías jugaron en la  conformación de la sociedad grancanaria durante la Edad Moderna, sus sistemas de organización, mantenimiento y proyección social, así como la materialización en su seno de lo que se desarrollaba en el plano mental.
La segunda vía  que queremos abarcar  con esta publicación, mediante  la muestra de ejemplos claros y definitorios, es la utilidad de la ciencia genealógica, mal llamada ciencia auxiliar, para  la consecución de fines óptimos en las investigaciones que en las distintas ramas  de la Historia se hacen en las Universidades.
Tradicionalmente, se ha tenido los trabajos genealógicos como trabajos menores, que no llegan a tener la calificación de académicos  debido al recelo  que algunos autores tienen con respecto a la recopilación e interpretación de datos, sin embargo hoy por hoy el método de investigación en Genealogía  es algo que está más que demostrado, el cúmulo de conocimientos legales, históricos, de tradiciones o mentales que el genealogista  debe tener antes de afirmar  con rotundidad  la filiación  o pertenencia de un individuo a un clan es tal, que convierte el trabajo en algo para los que muy  pocos  están preparados.
Por otro lado, hemos querido utilizar  este artículo, para  mostrar  tanto a genealogistas como a historiadores,  que ya desde hace algunos años existe un apasionante campo de investigación histórica muy poco explotado en las islas, denominado Historias de las Mentalidades. En este marco  se ha encuadrado  la tesis defendida por un servidor  y de la cual desgajamos  esta comunicación valiéndonos de los datos obtenidos  y de la experiencia  investigadora  para su confección.
Tanto a unos como a otros queremos animar a comenzar a ver y analizar la Historia  y la genealogía  con otra perspectiva, una perspectiva más humana y no nos equivoquemos, pues ello no implica perder método o rigor investigador. La tarea simplemente consiste en trasladar el enfoque  desde el dato histórico  o desde la partida sacramental a la esencia mental.  Los hombres de hace  cuatro siglos, no distaban  mucho a los del presente, se movían por intereses, por necesidades y por ciertas limitaciones. Teniendo en cuenta  las directrices sociales y religiosas de la época podemos sumergirnos  en un apasionante mundo de enlaces interesados, de adscripciones, de viajes, muerte, compras  o decisiones políticas que puede explicarnos el hecho y al sujeto histórico y que a la inversa puede resultar casi imposible en algunos  de los casos.
Con estas sencillas pretensiones, y de abrir aún más el campo de colaboración entre ambas disciplinas, así como la de expandir el conocimiento sobre la historia apasionante de estas asociaciones  y sus fuentes  de investigación,  deseamos que la siguiente comunicación, sirva al lector  para abrir su curiosidad investigadora.
2. Cofradías  y hermandades, definición  y concepción del hombre moderno
A menudo oímos conceptos como cofradía, hermandad, monte pío o asociaciones pías que se utilizan  para llamar indistintamente a agrupaciones con un marcado carácter religioso llegando a la creencia  de que realmente las variaciones  existentes  son exiguas y que tal abundancia de nombres se deben  únicamente  a la combinación de los marcos temporales  y espaciales, con lo que podemos  terminar por caer en el error  de utilizar indistintamente  cualquier término, presa de tal desconocimiento.
Es que, como todo, los nombres no son más que grandes mensajeros  de los conceptos que representan. Es en este punto  donde tenemos que tener en cuenta el factor mental del “hombre moderno” pues  hace cuatro siglos,  en los cánones mentales no cabía  la polisemia en casos que implicara  la representación de  ideas y emociones.
Podemos comenzar  por argumentar que  el concepto de “asociación pía” es un concepto actual que nada tiene que ver con el auto concepto  que los participantes en  esas asociaciones tenían sobre sí mismos. Por regla general el concepto de “asociación” no aparece  en los estatutos de ninguna de las cofradías  o hermandades estudiadas, pues no se tenía la idea de que aquello fuese una unión de socios  o de iguales, clara muestra  que la promoción y la diferencia de clase ya estaba presente desde el momento de la
Procesión cofradía penitentes blancos de Avignon. Pierre Grivolas
constitución de los organismos. Por otro  lado, el concepto de “pío” como devocional  o  concerniente al servicio divino, aparece más  acentuado en las hermandades que en las cofradías, donde en la mayor parte de las adscripciones buscaban un fin social o material.
Sin relegar a lo expuesto anteriormente, nosotros seguiremos  utilizando dicho concepto por ser ampliamente  utilizado en  la comunidad científica como elemento integrador  y entendiendo  que es la forma mas cómoda  para referirse a estas agrupaciones modernas que fueron las abuelas de las modernas formas asociativas.  Para desentrañar  las diferencias específicas de cada  una de ellas pasamos a definirlas por separado:
Cofradía:
Asociación de fieles de ambos sexos, de diversa condición social y capacidad económica, que se creaban con fines devocionales, penitenciales, gremiales  o como herramienta de ascenso  social en torno a una devoción religiosa.
Se caracterizaron por la utilización del espacio público como escenario de la profesión, difusión y catequización de la fe, así como de tener una fuerte participación en la vida cotidiana de las comunidades en las que se enclavaban.
Su organización, tuvo una transformación importante a mediados del siglo XVII, siendo, por tanto esta centuria, un momento de transformación en los esquemas organizativos y mentales de sus asociados. Con anterioridad a tal modificación, las cofradías se organizaban mediantes cabildos de hermanos y tuvieron una organización colegiada. Tras la misma, se adopta la designación episcopal y asistimos a un mando unipersonal.
Las fundaciones de las mismas fueron diversas, encontrándose a patronos privados, comunidades de fieles, eclesiásticos o grupos de trabajadores, como origen de la instauración. Debido a la finalidad y naturaleza que se imprime en sus estatutos, las cofradías  pueden ser clasificadas en cuatro grupos:
- Devocionales: Engloba a todas las dedicadas a santos, Virgen y Ánimas.
- Sacramentales: Lo componen las asociaciones del Santísimo Sacramento, que defendían la necesidad de ejercitar los sacramentos de la comunión y la confesión.
- Gremiales: Entendiéndose cuando la cofradía tenía algún efecto sobre la actividad mayoritaria de las personas que a ella se asociaban, teniendo en cuenta la estrecha relación de dicha actividad con la devoción ostentada. Único ejemplo para Gran Canaria: cofradía de mareantes de San Telmo.
- Penitenciales: Sin dejar de ser devocionales, y a menudo con estrecha relación con algún sector productivo, éste tipo de cofradías se caracterizan por tener su aparición pública en la Semana Santa y por tanto en las estaciones de penitentes. Su culto gira en torno a las distintas escenas de la pasión de Cristo (Cristo Nazareno, en la columna, en la Cruz, en el Huerto…)
Hermandades:
Asociación de fieles generalmente masculina con fuertes restricciones de pertenencia, generalmente económicas y sociales, teniendo una finalidad devocional y moralizante. Las hermandades lejos de propagar la fe en los espacios  públicos, se caracterizaron por la defensa del cumplimiento devocional en los espacios sacros. La caracterización de la hermandad se basó en una fuerte moralización y dirección de las acciones públicas de los asociados, siendo bastante puntillosas en las permisiones y restricciones que pudieran ejecutar sus componentes. El alto coste de entrada, así como el sostenimiento de las anualidades, son un claro indicio de la restricción expuesta con anterioridad y la formación de una élite devocional, que a menudo coinciden  con la burguesía rural, en torno a una devoción
Generalmente, las hermandades participan de dos naturalezas, la sacramental y la devocional. La primera aparece auspiciada en todas las parroquias por el clero secular así como en las iglesias conventuales. Las segundas aparecen asociadas a los conventos dominicos y franciscanos, identificándose la promoción con esos centros de cultura y promoción del momento.
Es necesario crear cuanto antes, al igual que se ha hecho con las cofradías, una división clara y concisa sobre los tipos de hermandades existentes. Suponemos que pueden ser tantas como los tipos de cofradía, si partimos del hecho en que toda hermandad es una cofradía que no procesiona públicamente. Pero debemos tener en cuenta que de la misma forma que ocurre con aquellas, las hermandades tendrán distintos patrones de comportamiento, naturaleza asociativa y modelos  de fundación.

3. Importancia de las asociaciones pías en la conformación social
En el plano social la configuración de las asociaciones pías como un elemento aglutinante, no es desconocida. Haciendo comparando las distancias temporales, podemos afirmar que en el plano social, aquellas se configuraron como las actuales asociaciones de vecinos, políticas o deportivas.
La ostentación de cargos y responsabilidades dirigidas al bien común,  no sólo engendra reconocimiento entre la comunidad, sino que además promociona e identifica a los individuos con los logros conseguidos y la calidad de la  administración  llevada a cabo. En el caso de las hermandades y cofradías, debemos tener en cuenta que además de todo lo anterior, su existencia tenía un valor estratificante en torno a un tema único, la religión. Desde los primeros momentos, estos entes necesitaron organizarse para su pervivencia, siendo evidente que en torno a ellas se fueran creando puestos de privilegio deseados por muchos.
Una de las mayores aportaciones fue la facultad de organizarse en torno a un ideal, prescindiendo de los clanes familiares y de los poderes tradicionales, generando el reconocimiento de estos últimos y conformando lo que en palabras de Aznar Vallejo son “de grupos de presión”[1]
En conclusión tras  su creación  en la Baja Edad Media aparece un ente de organización social independiente que rompen los límites municipales, parroquiales o estamentales, produciéndose una evolución en el proceso asociativo europeo. En el caso canario, estas asociaciones llegan evolucionadas, a lo que al particular se refiere siendo beneficioso para poder aglutinar a una sociedad que se formaba desde un sincretismo cultural, elemento que influye en su mantenimiento y evolución.
Para poder generar un análisis social sólido que debemos tener en cuenta la amplia franja
Representación de almoneda. enotenerife.com
temporal en las que se sitúa las asociaciones analizadas. Desde los momentos  posteriores a la conquista, hasta la aparición de las desamortizaciones liberales transcurren aproximadamente unos 350 años, en los que no sólo se produce un relevo generacional evidente, además de una fuerte evolución en el sistema mental que innegablemente tiene una fuerte repercusión en el proceso piadoso y asociativo de los  canarios en general y de los grancanarios en particular.
En lo concerniente a tal aseveración, debemos tener en cuenta que la sociedad  insular  evolucionó entre procesos de cambio mental. Para comenzar debemos tener en cuenta que las islas se constituyeran, como una sociedad frontera, en la que no sólo se mezclaban formas de pensamiento opuestos como (conquistador / aborigen), sino que comienzan a llegar a las islas tradiciones culturales y sistemas  mentales  procedentes de toda Europa. Bajo esta mezcolanza, encontramos como a las tradiciones asociativas europeas se unieron los aborígenes basados en una agrupación piramidal de grandes grupos o clanes, lo que facilitó la integración de este segmento poblacional en el sistema. El ideario judeocristiano fue el marco sobre el que se situaría la acción pública de los asociados, confundiéndose moralidad, religión, legislación y civismo en unas reglas de comportamiento social y espiritual que confluirían en el seno de las escansiones pías.
Todo este entramado cumplía la función de configurar  organismos  de arraigo entre una población procedente de innumerables pueblos europeos y que habían roto los entramados familiares en el momento del embarque hacia la colonización de las islas  recién conquistadas. Éstas características aparecieron sazonadas con una serie de elementos externos y “endémicos” que son precisos indicar para entender la base social sobre la que se constituyó  el entramado asociativo que nos ocupa.
Primeramente, es evidente que tras  la conquista se produce en la isla un cambio de sistema organizativo  que trastoca todo lo anterior. Por otro lado la práctica desaparición de la población masculina en una guerra que se había  alargado más de lo previsto,  hizo que en muchos de los casos el reconocimiento legitimario pivotara en el segmento femenino restante.
Este aspecto es crucial en las adscripciones de familias enteras, de origen aborigen, cuyas estas, en las que las  mujeres aparecen entrando con sus hijos e hijas. Si bien estos casos son los menos, no debemos desdeñarlos al ser un claro ejemplo de cómo se fue sincretizando las tradiciones de la primera población colona de Gran Canaria.
En el caso de los conquistadores, la llegada a la isla de nobles segundones y soldada en busca de fortuna y por tanto desarraigo exponencial con respecto a tierras, orden y familia, hizo necesaria  la pronta creación de sistemas y leyes de convivencia.
Las primeras disposiciones del obispo  Muros  en sus  sinodales de 1496 y 1504 estaban encaminadas a tal efecto. La búsqueda  de un punto intermedio entre la legislación de la educación y la moralidad de los fieles que comenzaban a asentarse, fue un problema que debía ser resuelto desde los primeros  momentos.
Entendiéndolo bien, en la del siglo XVI, Gran Canaria, muchas cosas quedaban por hacer en lo referente a la creación de una sociedad estable. Tras la fundación del Real se hacía necesario la creación de entes que  sirvieran como órganos aglutinantes de una población heterogénea que tenía como única referencia, el servicio a la monarquía y la pertenencia a la misma religión que garantizaba los límites morales y espirituales sobre los que la sociedad debía configurarse. A este conglomerado social, debemos sumar los de criados y esclavos que aún ocupando una posición social inferior, tratar de integrarse en el tejido social mediante la asimilación de las costumbres de sus amos y señores  así como en la participación pública con la celebración de cultos  y tradiciones.
En este influye, la población de Gran Canaria en los comienzos de su “Historia Hispánica” no pasaba por ser más que el modelo social establecido en la corona de Castilla, con fuertes modificaciones que lo hacían especial en cuanto a la formación de un ideario. A diferencia de los territorios peninsulares, la población canaria debía comenzar de cero. La insularidad fue a ser un condicionante importante .No queremos utilizar este factor como una causa negativa en el desarrollo de nuestro discurso, si podemos apreciar como bien esta circunstancia determinó que la visión del espacio y del desarrollo de las costumbres fuese mucho conservadora que lo que pudiera  ser en otros territorios de la corona.
Este condicionante físico provocó que la limitación del territorio, la tierra y el agua fuera el centro del económico sistema y que por tanto condicionasen la relación los individuos. Por otro lado, este mismo factor  regulaba el comportamiento demográfico de la  población. Los intercambios comerciales entre las parroquiales que conformaban  la administración insular, fueron continuos y lejos de lo que se pueda pensar el volumen de migraciones internas es apreciable, apareciendo una fuerte predisposición a homogeneizar el territorio a la vez que se difundía a los lugares más alejados de la capital, las líneas básicas de cómo se esperaba que fuese dicha convivencia. Este carácter insular, y el posterior descubrimiento  americano conferirán a las islas un grado mayor en la evolución mental. La arribada de navíos procedentes de todas partes de Europa, con ideas, relaciones comerciales y objetivos diversos harán a mella muy pronto en la  mental  insular. Frente a la idea tratarán de  que  una sociedad aislada es sinónimo de sociedad cerrada encontramos que en el caso canario el trasiego de personas y a naturaleza de su poblamiento convirtió a su tejido social en unos de los más heterogéneos de la corona castellana.
La ostentación de cargos por conversos o la importancia de moriscos en sus instituciones, hasta muestras de cómo las prohibiciones que emanaban de la corona no eran del todo cumplidas en estos terruños, facilitando una cierta “paz social”. Este sistema no dejaba de ser frágil frente a los embates ideológicos exteriores siendo algunos momentos especialmente controvertidos. Debido a que ciertas disposiciones  chocaban directamente con la naturaleza social de las islas.
Un ejemplo claro lo encontramos en los años posteriores a la Contrarreforma, en los existe especial interés en vigilar los puertos isleños  de la entrada de ideario protestante así  como en la vigilancia de las colonias de extranjeros  que  residían en las islas.
Desde el momento que la Iglesia como institución comenzó a intentar controlar la administración de las cofradías y hermandades, se denotó un cierto repliegue de las adscripciones de los fieles. Este comportamiento indica que la importancia de las asociaciones pías como plataforma de promoción social fue grande al menos  hasta el momento en que la adscripción que se hacía bajo ese objetivo dejó de tener  razón de ser.
La llegada del siglo XVIII, trajo un cambio radical en el sistema mental y en el comportamiento de los asociados. Por un  lado con la llegada de la Ilustración y de su ideario renovador las asociaciones canarias tuvieron un repliegue de las clases mejor posicionadas, siendo cada vez más difícil encontrar las nóminas de las de burgueses o señores. Este comportamiento fue derivado de dos causas principales. La primera es la ya mencionada intervención eclesiástica que en la centuria anterior rompió la utilización de las asociaciones como herramientas de representación social. La segunda fue debida a la fuerte influencia negativa que las ideas ilustradas fundaron en sobre la asociaciones que eran identificadas con las formas medievales del culto y fanatismo religioso. Los distintos gobiernos de la monarquía intentaron mediante la promulgación de normativas recortar su número y legitimar o cercar sus acciones extendiendo el control civil sobre ellas. Ambas causas tuvieron consecuencias diferentes. Aparece una cierta “laicidad” entre las clases más pudientes así como un alejamiento de la administración de toda aquella persona que otrora  ocupaba cargos rectores.
La política adversa hacia ella, la mala administración de las arcas y la poca promoción que las asociaciones permitían, fueron suficientes para desmotivar a dicho sector. Si a ello sumamos la decadencia económica, comprensible la negativa de los mismos a ocupar esos puestos intentando promocionar  en otras  esferas sociales.
Los libros de cuentas y de entradas no dejan lugar a dudas. A medida que avanzan la mencionada centuria las asociaciones invierten más en ornamentos y funciones públicas, a medida que las entradas comenzaban a disminuir. Desde las distintas mayordomías se intentó contrarrestar la propaganda contraria al sistema asociativo cofrade, utilizando la presencia pública como elemento sustentación y propaganda.
En consecuencia con ello aparece rasgos encaminados a la búsqueda de una mayor entrada de cofrades/hermanos, sin embargo a finales de la centuria la realidad se comenzaba a imponer, descendiendo el número de postulantes, aumentando la deuda y caracterizándose el sistema mental por un alejamiento de la práctica pública del culto. La aparición del liberalismo en la centuria siguiente terminó de conformar la mentalidad asociativa de los grancanarios, desviándose todo el sistema promocional a los colectivos políticos que se fueron instaurando en el suelo isleño así como a los hospitales y centros caritativos que se crean para tal fin. Debido a ello, las asociaciones pías comenzaron a ser consideradas como elementos destinados  única y  exclusivamente al culto

4. La promoción social en las asociaciones pías, la genealogía  como ciencia     conductora
Tras considerar todo lo anterior no debemos perder de vista la pertenencia a estas asociaciones por parte de personas interesadas, que ganaban una cierta consideración par parte de la comunidad, atesorando reconocimiento y logrando en las mayorías de las veces establecer una sucesión en los cargos que terminaban originando auténticas dinastías.
En este comportamiento, de promoción existieron diferentes etapas según el sistema de elección. Hasta el siglo XVII el nombramiento de mayordomo era un honor que otorgaba el cabildo de cofrades/hermanos a la antigüedad, actos o devoción de un asociado. Rara vez, se podía prever el nombramiento de un mayordomo pues a diferencia de las hermandades, los empleos se otorgaban de forma electiva entre los asociados que componían el cabildo.
Esta concepción del empleo implicaba que se vigilara con especial atención la administración de los cargos así, como la duración de los mismos. Esta consideración fue la que proporcionó lustre al empleo, sirviendo incluso para datar los actos o reformas hechos en el interior de la cofradía al ser periodos cortos que se sucedían de manera regular. Desde el momento que la designación eclesiástica comenzó a surtir efectos sobre la forma de ordenar las asociaciones pías, empezó la polarización del empleo. La mayordomía siguió siendo un honor, pero ya no se conceptualizaba en el cabildo de cofrades como un título entre iguales, ni tan siquiera como un derecho asociativo, sino como un mérito que adquiría su valor por venir impuesto de una jerarquía superior.
En el siglo XVII, cambió el concepto que sobre el particular se tenía, entendiéndose la asignación del mayordomo como el producto de unos intereses foráneos a la asociación. Con ello sólo se portaba con el honor invariable de servir a la imagen, y el de haber sido elegido por el obispo o sus provisores. El mantenimiento del cargo durante un número indeterminado de años, y en muchas ocasiones la creación de una línea sucesoria refrendada por el episcopado, implicó que poco a poco se fuera perdiendo el interés por ejercer el empleo e incluso por la pertenencia. Con todo, el respeto jerárquico entre cofrades se mantuvo. No encontramos rebeldías frente a este sistema más que en las hermandades, que como ya hemos relatado se configuraron como las defensoras de la tradición legislativa.
Al supuesto honor de ocupar estos órganos de representación pública, comenzó  a unirse la categoría del individuo que ostentaba el empleo. Así pues el reconocimiento comenzaba a ser doble. Esta modificación que concierne a la forma de elegir se mantuvo hasta el momento de la desamortización, sin embargo fue a partir del siglo XVIII cuando se modificó la concepción del empleo.
El cambio ideológico, político y social que se produjo en los territorios españoles desde la entrada de los Borbones así como con la posterior llegada de los influjos de la Ilustración hizo que la clase burguesa y nobiliaria asentada en las islas mirasen hacia otros tipos de asociacionismo y de promoción ligados a esferas culturales. En este preciso momento, encontramos un fuerte número de renuncias de mayordomos que ejercían sus cargos o que fueron designados y no llegaron  a ostentar el empleo pidiendo que se les exonerara. Debido a ello, encontramos como existió un desfase entre la devoción que aún se mantenía entre los vaivenes ideológicos y la profesión de fe.
La puesta en marcha de un programa donde las representaciones públicas de fe, fue el elemento clave poco seguido por la burguesía ilustrada que veía en él, un intento desesperado de perpetuar la tradición frente a la razón científica, aunque seguían participando de la creencia y la devoción mediante la costumbre y el sistema cultural.
Debido a este doble comportamiento, apreciamos la existencia de comerciantes y burgueses que ocuparon esos huecos,[2] polarizando las mayordomías en aquel sector. Este hecho provocó a la larga dos grandes tópicos sobre estas asociaciones que han llegado hasta en nuestros días. Por un lado la idea de que estas asociaciones sirvieron de “neveras” en las que se congelaron, mantuvieron defendieron y difundieron ideas retrógradas de organización social o del mantenimiento de la superstición. Por otro, el ser el caballo de batalla ente los dos grandes poderes del momento. Y es que ni uno ni otro tópico, tuvieron fundamentos reales, pues hemos asistido a las fundaciones de asociaciones ilustradas como la de Santiago o el Pilar en Gáldar a la vez que estas asociaciones sirvieron para la renovación de la costumbre social, sirviendo de utilidad pública y haciendo funciones como las de financiación del arte y la renovación de las formas de relación social.
Debido a ello, debemos considerar como el empleo de mayordomo, no fue un simple cargo administrativo, sino que confluyeron en él una serie de intereses y de factores sociales que hicieron de tal ocupación una forma sólida de representación que fue variando a lo largo de los siglos, pero en la que perduró el ideal de liderazgo social y de promoción lo que nos sirve de indicador para el análisis del poder en las parroquiales.
Dos ejemplos fundamentales  de todo lo expuesto  y como el poder fue creciendo en el seno  de una familia  y de sus acólitos fueron las fundaciones de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería  en la Ciudad de Las Palmas y las de San Sebastián, La Esperanza  y Las Nieves en Agüimes
En la primera, cofradía enclavada en el cenobio franciscano de la ciudad, encontramos como en el momento de su refundación, año  de 1761, se tomaron muchas medidas  para dejar claro que no todos los cofrades serán iguales en un futuro próximo. Veamos cómo se hace la justificación de  tal desigualdad:
Coronación de Ntra. Sra. de la Portería por el obispo de Canarias
“Item que ha de haber dos libros para escribir los cofrades, en el uno los de número y en el otro los que no los son y aquellos no han de tener oficio bajo en la república ni tener nota alguna los que no han de exceder de 72 en reverencia a los 72 discípulos de nuestro señor Jesucristo...”[3]
Este artículo es vital para entender la mentalidad de los fundadores de la cofradía. Por un lado encontramos como se quiso diferenciar el estatus social de los componentes en una asociación que partía de unas bases de pertenencia igualitarias, máxime que nacieron en el seno de una orden que predicaba la sencillez y la predicación de la humildad. Muchas cosas habían cambiado desde que se fundara la primera cofradía adscrita a la portería del convento.
El artículo es concreto, los cofrades de número, es decir los 72,  no debían tener “oficio bajo en la república” existiendo un límite para entrar en esta primera categoría. Con tal requisito sólo podían pertenecer a ella los individuos de condición noble o la burguesía de la ciudad, con lo que podemos afirmar viendo las firmas de los fundadores, que las constituciones fueron hechas a su medida. Por si ésta división en el seno de la cofradía fuera poco, los fundadores  se encargan de adueñarse permanentemente del poder ejecutivo  de la misma  cuando afirman:
“...los que [los 72] en cada un año han de elegir hermano mayor, consiliario, secretario y mayordomo y solo estos oficiales puedan recibir cualquier hermano del número juntamente con el reverendo padre comisionado que fuera servido señalar N.M.R.P Provincial a quien se ha de supliar que pudiendo ser uno de los reverendos. padres lectores jubilados actuales de teología sin el cual no pueda hacer junta ni determinación alguna pues ha de tener no solo lo consultivo y efectivo sino también decisivo.”[4]
Es en este punto donde la genealogía, ha venido a desentrañar las relaciones comerciales, sanguíneas  y espirituales entre las personas que  fueron ocupando los  cargos de este pequeño consejo que terminaría siendo pleno dominio de Canos, Meneses, Millares, de la Cruz, Melo, Coronados, Alvarados o Lezcanos. La relación  entre estas familias pueden verse en los libros de cuentas de la misma. Algo similar  ocurriría  con el reparto de cargos  a los que hacía referencia el artículo anterior, pues el nepotismo  en a elección de los mismos  es más que evidente
Sin embargo, el ejemplo más sonoro de esta cofradía, lo tenemos  en la ruptura de toda regla existente con anterioridad, al convertirse progresivamente la cofradía en una asociación privada.   Y es que, desde 1587 hasta 1599 parece  que la asociación funcionó al estilo de cualquier fundación franciscana, sin embargo  tras el ataque de Van der Does, ésta cayó en poder de la familia Sánchez  para  no salir de ella al menos en una centuria. La explicación de éste  comportamiento puede venir, de la decadencia o pérdida de capital  que estaría sufriendo  la misma. Lo cierto es que la familia Sánchez, invertiría  grandes cantidades  de dinero  para reflotarla, pero al elevado precio de agenciarse la mayordomía perpetúa como contrapartida, este hecho queda reflejado  en la refundación realizada en 1661:
“… que no obstante la familia de los Sánchez por su devoción tan especial  que tenían a estas santas imágenes haciéndoles muchos donativos como consta en el libro de la cofradía siempre estuvo a cargo de esta el gobernar la procesión del viernes santo dar y distribuir los oficios que para este fin se requieren las nombrar quien les pidiese desde el martes santo para lo que había antes su junta que esto mismo se observe.”[5]
Con este mandato, la gubernatura  de las procesiones, pasó a consolidar la mayordomía de la misma, quedando dibujada la sucesión en la cofradía de la manera siguiente y dejando la curiosa anécdota  de contar con una de las pocas mujeres que ejercieron la mayordomía de una asociación cofrade en la isla:
Tras la muerte de D. Marcos Sánchez de Orellana y la toma de cuentas a su hermana Ana, la cofradía pasaría por un periodo de inactividad  hasta 1761, año de la refundación a la que hacíamos referencia al comienzo, dejando claro la importancia del clan familiar en la vida diaria de  este tipo de asociaciones.
El otro ejemplo que podemos aportar de ascenso de poder  en la escala social se sitúa en el Antiguo Señorío Episcopal de Agüimes, donde  la importancia  social del clan Espino Pelós  y sus ramas colaterales  se hizo patente en la mayoría de las fundaciones  religiosas del señorío a la vez que ocupaban los cargos civiles  que el Obispo y el Rey  dispensaban para la buena administración del Señorío.
De las cinco asociaciones, sólo las de San Sebastián y La Esperanza pertenecieron a fundaciones privadas que dirigidas por las dos ramas principales de la familia Pelos, fueron organizadas, dirigidas y administradas según la necesidad y devoción del clan. Esta
Agüimes, 1880, tercera y cuarta iglesia de S. Sebastián. FEDAC
confluencia de parentela se aprecia con individuos que interactúan en ambas asociaciones, caso de Sebastián Espino Pelos, Juan Sánchez de Herrera o el fundador, el capitán Matías Espino.
En el momento de las fundaciones Juan Álvarez aparece como fundador conjunto de ambas y beneficiado de la parroquial. De su familia saldría una serie de beneficiados que se mantendrán en la sede hasta 1632,[6] momento en que ostentaba la alcaldía real del municipio hasta el año de 1672[7], implicando una hegemonía de más de cincuenta años, utilizando ambas concreciones del poder en la administración cofrade para el beneficio familiar.
La primera fue la Esperanza, que comenzó dicho proceso en 1692 con la llegada a la mayordomía de Juan Bautista Sánchez Espino Pelos, presbítero, acabando en el año de 1776 con Francisco Suárez Romero titular retirado de la parroquial. Justamente el año antes, la administración de la cofradía hermana de San Sebastián adquiría la mayordomía eclesiástica con el ascenso de Don Francisco Antonio Falcón Caballero terminando con D. José Urquía y Romero en el año de 1800. Coincide el ascenso del presbítero agüimense con el proceso inicial de las modificaciones legales iniciadas por la corona para la modificación de las estructuras legales concernientes a la erección, mantenimiento y administración de las mismas.
Algo parecido ocurrió con las cofradías “eclesiásticas” del Santísimo y Ánimas. En cuanto a la primera, se aprecia en la tabla como la familia Espino, apareció ligada puntualmente a su administración en 1601,1700 y 1704 encontrándonos en el último año a D. Francisco de Alvarado Espino y Pelos. Sin embargo, en la presente asociación se suceden otras relaciones entre los mayordomos que la ocupan. Una primera “dinastía” la sitúa en la primera década tras el acenso del terrateniente Juan González y su hijo y el alcalde Lorente Pérez y su vástago. Esta línea sucesoria se interrumpió con la llegada del presbítero Juan Álvarez, con lo que en una misma cronología encontramos cuatro asociaciones regidas por su autoridad eclesiástica. Tras la irrupción de la familia León Montañés 1682/1704, aparece las mayordomías eclesiásticas bajo la influencia de la familia Espino y sus ramas menores de Cabeza de Vaca y Alvarado llegando hasta 1760, momento en que la familia desiste de la administración para ser regidas por los beneficiados de la parroquial, existiendo noticias de la administración hasta el año de 1840. La cofradía de Ánimas, erigida dentro de la parroquia de San Sebastián, al igual que las anteriores, contuvo en sus listas administradores que a lo largo del tiempo conformaron una serie de sucesiones que aseguraron la preponderancia en torno a dos familias. El primer clan fue el del presbítero D. Francisco Alvarado Espino Pelos que usando de su rango beneficial nombró a su cuñado Alonso Gómez Castrillo como mayordomo de las Ánimas, cargo del que el interesado renuncia por ser hombre ocupado, otorgándose el oficio a Domingo Ribera. Sin embargo el nombramiento fue revocado por el visitador obligando de nuevo al mayordomo anterior a ocupar su puesto.
Tras la muerte de Alonso Gómez se abrió un segundo periodo de administración en que la mayordomía que quedó en manos de oficiales del Rey y del Obispado hasta la llegada de D. Andrés Sánchez Romero en 1760, iniciándose una hegemonía de la familia bajo los apellidos Romero y Artiles que terminó en 1831. Coincidiendo con el periodo desamortizador apareció la mayordomía eclesiástica, integrándose en la fábrica parroquial como única forma de mantener su existencia en los primeros años del proceso desamortizador. La única asociación que parece no seguir las líneas sucesorias de las anteriores, es la dedicada a San Antonio Abad, pues siendo un santo asociado principalmente a la actividad agrícola, no es de extrañar que la mayoría de los mayordomos fuese terratenientes o labradores de menor fortuna pero con una cierta representatividad entre la comunidad que los acogía. En ella se repite de manera puntual nombres como los de Matías Espino o Gregorio de León Espino, sin embargo al encontrarse fuera del templo parroquial, la independencia de su administración con respecto a los poderes existentes alrededor del beneficio fue patente, llegando a confrontaciones con los beneficiados que se negaba celebrar misas en la pequeña ermita. Una muestra es la inexistencia de mayordomos de carácter eclesiástico, con la única excepción de D. Francisco Suarez Romero (1771/1793), renunciando cuando el proceso modificador de las bases legales que comenzaba a dar sus frutos con los primeros cambios fundamentales en las constituciones de asociaciones pías. Como podemos apreciar, el enlace inter-familiar hizo que se produjese en torno al núcleo eclesiástico un sistema de intercambios de poderes entre los oficios eclesiásticos, militares, burocráticos y cofrades. En consecuencia, las diferentes ramas del núcleo principal de la familia Espino, terminaron haciendo suya la hegemonía política y representativa del municipio ocupando todas las facetas posibles de poder y permitiéndole fundar dos cofradías  que se convertiría en la cristalización pública de su capacidad de representación.

Conclusiones
Tras una evaluación de lo anterior,  queremos concluir la presente comunicación con las siguientes evaluaciones:
Primeramente afirmar  que en el estado actual en que se encuentran las Ciencias Humanísticas en Canarias en particular, y en España en general, debe ir desapareciendo las  barreras  ficticias  que  durante largo tiempo  se han creado  para separar las a las mal llamadas Ciencias Auxiliares de la ciencia Histórica. Los genealogistas deben emprender  el camino  de la genealogía encuadrada en la Historia, y no sólo la acumulación de datos de filiación o interrelación de linajes. Por otro lado  los historiadores  debemos perder el miedo  a utilizar la genealogía para explicar o aseverar en  nuestras  investigaciones  ciertas conductas, hechos o procesos que terminan formulando el hecho histórico, pues a día de hoy nos encontramos  con una Ciencia seria con método  con siglos  de  investigaciones  y que  se encuentra  apoyada en la actualidad, por un campo de investigación  como es la Historia de las Mentalidades.
En segundo lugar, debemos ser conscientes y conocedores  de la época histórica  que estudiamos, pues así sabremos sobre qué comportamientos y marcos legales se pudo desarrollar un hecho o pudo celebrarse una unión. ¿Cuántas veces no se entró en guerra durante la Edad Moderna por problemas de familia? ¿Por herencias? ¿Por ambición? Es en estas valoraciones donde tenemos que darnos cuenta que a excepción de la concepción que  el hombre moderno tenía del sentido de la Vida  y por ende de la Religión, en muy poco  ha cambiado las relaciones con respecto al Hombre actual.
La búsqueda de poder, el ascenso, la promoción y el nepotismo  son conductas  que se han desarrollado a lo largo de la Historia y que han marcado  el devenir histórico de muchas comunidades. Es en los registros  que el hombre ha dejado en ese camino de promoción, donde podemos constatar  esa otra Historia, libre de apellidos  y de familias, cargada  objetivos, búsqueda  de superación o simplemente de poder.
Es la mirada bajo este prisma, la que nos lleva a una tercera conclusión, que pasa simplemente por buscar el único camino  que nos pudiese desentrañar como podría ser el comportamiento y el ascenso social en  una época donde los medios de comunicación masivos no existían.  Es en este punto donde hallamos a las asociaciones pías como elementos aglutinador y socializante entre dos esferas de poder (Iglesia y Estado) donde  los individuos acudían no sólo como forma de consolidar sus creencias, sino como manera de vertebrar sus relaciones sociales, económicas  y familiares en una sociedad creada ex novo.
Si tenemos en cuenta la diferencia sustancial entre cofradía  y hermandad explicada más arriba, mucho más fácil nos resultará  desentrañar las motivaciones e intereses  de los individuos o comunidades en estudio, pudiendo enriquecer aún más los estudios familiares  y de linajes o entender, de manera inversa como la actuación de un clan pudo influenciar en un hecho histórico según sus aspiraciones o intereses particulares.
Con estas nuevas fuentes, la investigación genealógica e histórica se irá completando  mutuamente pudiendo entender mejor a  las comunidades que  nos precedieron.
 


[1] AZNAR VALLEJO,  E. Población  y Sociedad en  la Época Realenga.  Historia de Canarias  Vol I, pg  189  1991.
[2] Claro ejemplo de este comportamiento es  la refundación de la cofradía de Nuestra  Señora de la Soledad en 1761. Hasta  el  momento, ésta  había  estado en  manos de la familia  Sanchez de Orellana. A la  muerte de doña Ana,  la cofradía  entra en un periodo de  decadencia coincidiendo  con el periodo de convulsiones  relatado y que nos  ocupa. En 1761  burgueses  de Triana  se reúnen   para  refundar  la  cofradía  como hermandad. Con ello  se conseguía   dos   objetivos  en un  sólo  movimiento. Por  un  lado  se sacaba la asociación  del patronazgo de la mentada familia. Por  el otro al convertirla en hermandad, no se acogían  a una dirección  de mayordomía  clásica al uso, sino que apelaban a la dirección colegiada de las hermandades  que  hasta  el momento habían resistido  bien los  embates  modificadores  del episcopado. Con ello  se  garantizaba  una  cuota de participación  de  los representantes de las familias  principales del barrio trianero en la  dirección de  una de las asociaciones  más vetustas de la capital.
[3] AHDLP Sección Cofradías. Cofradía  de la Soledad convento  de San Francisco  sig. X Cajón 2. folio  6 recto Artículo 2º
[4] AHDLP Sección Cofradías. Cofradía  de la Soledad convento de San Francisco  sig. X Cajón 2. folio  6 recto Artículo 2º
[5] AHDLP Sección Cofradías. Cofradía  de la Soledad Convento de San Francisco sig. X Cajón 2. folio  7  vuelto Artículo 12
[6] Ver tabla de párrocos  en el anexo.
[7] Ver tabla  de  alcaldes  reales  en el anexo, sacada de  Historia de  la Villa  de Agüimes pg  356 tomo I













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